miércoles, 24 de junio de 2009

VAMPIROS: El origen del mito y la leyenda.


Son protagonistas de las más espeluznantes y terroríficas historias. Los vampiros han alimentado la imaginación humana desde hace siglos. Han recibido diferentes nombres y rostros en todo el mundo. Pero, sólo uno ha logrado convertirse en su emblema gracias a una novela: "Drácula". Basando su personaje en el histórico príncipe rumano Vlad Tepes, el escritor Bram Stoker creó con su obra todo un mito moderno del terror y el miedo.

El hombre siempre ha buscado cómo nombrar a ese terror y miedo. Enfermedades, desapariciones y muertes de difícil explicación se han cargado desde la antigüedad a la tenebrosa cuenta de los muertos que, ansiosos de sangre, regresan del más allá: Los Vampiros.
La biografía del vampiro se hunde en el pasado y en el miedo de la especie humana. Pero al igual que el miedo tiene muchos rostros, el Vampiro ha recibido muy diferentes nombres en tierras de todo el mundo, aunque solo Drácula se ha convertido en su emblema.

El 20 de mayo de 1897 (fecha de publicación de “Drácula”), la puerta del lóbrego castillo de los Cárpatos donde habita el conde se abrió por primera vez, y su alta figura encorvada, pálida y vestida de negro pronunció a los lectores las engañosas e inquietantes palabras: “Bienvenido a mi casa! Yo soy DRACULA!!!". En esa fecha el escritor irlandés Bram Stoker, publicaba la novela que iba a consagrar literariamente la figura del vampiro y a convertir a Drácula en un moderno mito terrorífico. Desde entonces la leyenda inmortal de Drácula discurre por la tierra cual si no fuera otro su propósito, que aplacar la insaciable sed de sangre del conde transilvano.
Pero la biografía del vampiro se remonta en el tiempo… Mucho antes del éxito novelístico de Stoker. No es la biografía de un personaje literario lo que ha convertido en leyenda a este ser, sino la de un ser sobrenatural en cuya existencia han creído generaciones y generaciones de seres humanos.

Durante el siglo XIX el vampiro se había convertido en un personaje más de la estética romántica, motivo de deleitosos sobresaltos y escalofríos regocijantes.

Pero, un siglo antes, el mito del vampiro no era cosa de diversión y entretenimiento.

En pleno Siglo XVIII, buena parte de Europa vivió lo que se ha llamado epidemia de vampirismo. El abad Calmet, en su “Tratado sobre los Vampiros” publicado en París en 1746, se mostraba sinceramente convencido de que "desde hace alrededor de unos sesenta años, una nueva escena se ofrece a nuestra vida en Hungría, Vioravia, Silesia, Polonia. Se ven, dicen, a hombres muertos desde hace varios meses que hablan, infestan los pueblos, maltratan a los hombres y a los animales y chupan la sangre de sus prójimos"
La Europa profunda temblaba ante la epidemia, y la palabra vampiro aparecía por primera vez para nombrar aquello que los campesinos centroeuropeos llamaban con diferentes nombres desde hacía siglos.

En tierras de Bosnia, el “Blausauger”, el chupador de sangre. Carecía de huesos y era capaz de transformarse en rata o en lobo, propiedad ésta que compartía con el “Farkaskoldus” de Hungría y el “Vlkodlak” de Serbia.
El “Bruculacas” de Grecia, despedía además un insoportable hedor y su piel, que al igual que la de el vampiro serbio, era tirante como la de un tambor y rojiza.
Había vampiros infantiles, como el “Kuzlak” serbio, que se formaba a partir de un niño lactante arrancado a su madre y cuyo comportamiento era más molesto que terrible; y como el “Moroï” rumano, formado a partir de un recién nacido muerto por su propia madre antes de ser bautizado.
El “Moroï”, era el causante del granizo pues, según afirmaban los campesinos rumanos, al bombardear la tierra esperaba poner al descubierto su tumba oculta y mostrar así al mundo el crimen del que había sido víctima.

Había vampiros con un solo orificio en la nariz, como el “Krvopijac” búlgaro y los había con extrañas deformidades, como el “Strigoi” rumano que podía tener patas de oca, de cabra o de caballo.
El “Upir” ruso tenía la lengua en forma de aguijón.
Y el “Liuvgat” albanes, tenía aspecto de turco y caminaba sobre unos altísimos tacones.

La península balcánica era un hervidero de vampiros, y los medios para combatirlos eran también de lo más variado.
Despedazarlo y hervirlo en vino, en el caso del “Burculacas”. Poner sobre su ataúd una rama de rosal silvestre, en el caso del “Krvopiíac”; o de espino, en el del “Kuzlak”. Al “Vlkodlak” esa rama de espino se le tenía que meter en el ombligo y, luego, prenderle fuego con una vela usada para velar a un muerto. De dónde venía tanto miedo a los chupadores de sangre?
Sin duda alguna, no solo venia del mito ni de las leyendas de la existencia de estos seres…

1 comentario:

  1. Hola ...he venido desde el blog de Fail a conocerte...y me parece interesantisimo este post primero que he leido y que desconocia todos estos expecimente de los que informas

    Yo soy desconocedora pero son temas que supongo como a una mayoria de personas apasionan ...el libro y la última pelicula de Dracula me encantaro y Entrevista con el vampiro de Anna Rice como sus secuelas me gustaron ...

    Seguire un ratito más leyendote y ya volveré

    Un saludo

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